Hay una tradición oriental que habla de una princesa china,
por nombre Xi-Ling-Shi (SI-LING-CHI), que tomaba plácidamente el té en
su jardín, sentada a la sombra de una morera, cuando dentro de su
taza cayó un raro capullo desprendido de una rama del árbol;
al remojarse el capullo se le despegaron las hebras de que estaba formado
y la princesa tiró y tiró de aquella fibra finísima
descubriendo por casualidad el hilo de seda. Era ésta la ciudad de Shantung, en
el norte de China. La provincia de este nombre se tiene como cuna mundial de
la seda textil, y aun hoy es una gran productora de seda. La princesa Xi-Ling-Shi
es recordada como patrona religiosa y cultural de la seda china. El
emperador HUANG-TI toma por esposa a esta princesa, quien desde
entonces se llama LEI-TSU.
Tal hecho
está datado en el año 2698 a. C.1
Las mujeres de la corte imperial eran las únicas criadoras del gusano de
seda y autorizadas a la recolección de los capullos. El tejido de seda era
de uso exclusivamente imperial: mortaja, túnica, cinturón, parasol,
estandarte, sólo para el emperador, los parientes próximos y los altos
dignatarios.
La extraordinaria dimensión que adquirió la corte imperial es el primero de
los motivos que impulsan el aumento rápido de la producción de piezas de
seda. Las numerosas princesas introducen el brocado en sus telas, bordados
de oro y plata y, frecuentemente, piedras preciosas, para distinguirse del
tejido de seda que visten los hombres.
Con el tiempo, la producción de tejidos de seda rebasó el consumo exclusivo
de la aristocracia y pasó a ser de uso por otros sectores pudientes de la
sociedad.
La seda no era sólo un signo de riqueza sino también riqueza en si misma.
La cría del gusano y el tratamiento del capullo fueron de un riguroso
secreto, por orden imperial, y llevar huevos, gusanos o capullos fuera de
las provincias chinas estuvo penado con la muerte. Por contra, los tejidos
de seda fueron exportados en grandes cantidades.
En las regiones sederas de China, la familias dedicaban sus mujeres al
trabajo de la seda. Con su producción se pagaban
tributos
en especie2 y eran un importante sustento de la economía.
Pudiera ser que
Alejandro Magno3
(siglo IV a. C.) conociera la
seda china en sus conquistas sobre el Asia occidental y central, en tierras
sogdianas, en Bactria o en su incursión en la India. Pero sí hay referencias
históricas varias de que, por sí misma, Roma conoce la seda china en su
guerra contra los Partos (siglo I
a. C.): "...los estandartes de seda brillaban al sol". |