La historia del
conocimiento de la luz es sumamente interesante, por controvertida, en
particular desde que Isaac Newton formuló (año 1670) su teoría
corpuscular y con su omnímodo poder de influencia, desde la Academia
de Ciencias de Londres, la impuso a sus seguidores y se mantuvo durante
más de un siglo. Para Newton, la luz era un chorro de partículas
emanadas de una fuente (la fuente de luz) y que introducidas en el ojo
producían la sensación visual. Huygens y Hook, contemporáneos
de Newton, formularon otra teoría, la ondulatoria, pero fue acallada
en su momento. Tuvo que llegar el Siglo XIX y, acumuladas muchas pruebas
contra la teoría de Newton, Thomas Young replanteó la teoría
ondulatoria con experimentos suyos, continuados por Agustín Fresnel, que añadió razonamientos matemáticos, para 1830
la antigua teoría de Huygens era plenamente aceptada: La luz es
una energía ondulatoria. Con ello se explican las propiedades fundamentales
de la luz conocidas hasta ese momento.
En 1860 Maxwell publica su teoría según la cual las ondas de la luz son de
naturaleza electromagnética.
En 1887 Hertz confirma la teoría de Maxwell produciendo
y detectando dichas ondas electromagnéticas en el laboratorio. Las
propiedades y las leyes de la luz quedan explicadas y demostradas; pero
en ese momento surgen otras cuestiones, como "el fenómeno fotoeléctrico"
descubierto por Hertz, que hacía temer que Newton tenía su
parte de razón. Finalmente el sabio de los sabios, Albert Einstein,
refunde en 1905 todas las teorías antiguas (ya los griegos formularon
leyes sobre la reflexión y refracción de la luz), modernas
y contemporáneas a él, volviendo a la teoría corpuscular
además de la ondulatoria. Sentados los inicios de la teoría
cuántica de la luz, ésta queda aceptada desde los años
20 del pasado siglo. Hoy día, la física nuclear exige un
nivel de conocimientos tan elevado que avanzar en el razonamiento sobre
esta cuestión queda fuera de nuestro alcance y reservado a aquellos
prestigiosos científicos, que, quizás en un futuro próximo,
nos lo harán comprender.
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Para los tiempos
actuales, antes de finalizar la primera década de
siglo XXI, ya es indispensable
tomar en consideración las nuevas y revolucionarias teorías científicas acerca
de la percepción de la luz y del color por el ser humano. En este tema que nos
ocupa aquí, como en casi todos los campos de nuestro conocimiento, es de vital
importancia lo que las tecnologías digitales están aportando a nuestro modo de
saber, de aprender y de investigar. Particularmente lo que se viene denominado
como Informática Social, dentro
de la Ingeniería Informática,
nos está dando qué pensar acerca de la capacidad "científica" de nuestro
cerebro, acerca de su extraordinario poder de almacenar y fijar memoria, de
procesar ingentes cantidades de datos, acerca de la rapidez con que hace este
proceso y, sobre todo, acerca de la capacidad de síntesis, que es, en
definitiva, lo que en verdad nos hace inteligentes. Los investigadores en
Informática Social nos están
diciendo que nuestros sentidos son efectivamente importantes captores de
información acerca de cuanto nos rodea, pero que esa cantidad de información
es bastante menor de lo creído históricamente; dicho de otro modo, lo que
sabemos por los sentidos es mucho menos de lo que en realidad sabemos acerca
de cuanto vemos, oímos, olemos, gustamos y palpamos.
La Informática Social y los
estudios sobre el ADN y el
genoma avanzan en paralelo o
conjuntamente, de forma que nos acercamos ya a la comprensión de cómo es y en
qué consiste la memoria histórica de nuestro cerebro, a una idea más cierta de
lo que es el saber humano, sin que siquiera se pueda imaginar un horizonte o
un límite a este saber. Pero lo que ya se da por sentado es que eso que hemos
llamado nuestra percepción sensorial es sólo en una pequeña parte nuestra
percepción mediante los sentidos, y que es nuestro cerebro el principal y
decisivo autor del producto cognoscitivo sensorial.
La gran teoría de la luz y del color que cada persona tenemos elaborada
en la experiencia de cada día, en toda nuestra vida, y probablemente en
nuestras vidas anteriores (heredadas en el
ADN con que venimos al mundo),
es esencialmente un producto cerebral humano. Lo que nuestros ojos entregan a
nuestro cerebro es mucho menos de lo que en nosotros hay almacenado como
conocimiento visual. No vivimos sólo con una percepción biofísica y bioquímica
del color; es mucho más; es un vasto conjunto de sensaciones e ideas muy
elaboradas lo que conforma nuestra final percepción de luz y color; es una
cultura humana del color. No estamos obviado el estudio de la Física de la
Luz y el Color, tema de este capítulo. No estamos apartándonos del estudio de
la naturaleza de los colores. Lo que estamos apuntado es en relación,
precisamente, a la importancia del componente social que existe en nuestra
percepción del color. Esto es de suma importancia en la teoría social de la
moda, amplio tema este que sí es materia de nuestro estudio, como diseñadores
de producto de moda e indumentaria.
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Comúnmente llamamos luz al espectro visible de radiaciones
electromagnéticas, que tienen una longitud de onda comprendida entre
4 y 7 x 10-7 metros. Por extensión, luz se llama también
a las franjas de radiaciones fronteras a ésta, con longitudes de
onda superiores e inferiores, infrarrojo y ultravioleta. Ese espectro visible
para el ojo humano está situado entre las frecuencias de 1015 y
1014 Hz.
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