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En 1933, Neruda inició su modalidad
poética propia con el primer volumen de Residencia en la
Tierra (el segundo volumen se publicó en 1035, y la
Tercera residencia, en 1945), que contiene una poesía
considerada por Amado Alonso "expresionista por el modo
eruptivo de salir" y por "la visión de apocalipsis perpetuo
que la informa" y alcanza su máxima resonancia en América
con Canto general (Méjico, 1930), en el que utiliza,
con grandiosa concepción artística, las ansias generales de
su continente, aun que con enfoque partidista.
Posteriormente, con Odas elementales (1934) y
Nuevas odas elementales (1936), inaugura una tercera
época. Canta, en un lenguaje perfectamente accesible, los
seres humildes y las cosas cotidianas. Toda ella tiende
ahora a superar el hermetismo de sus primeros libros y se
inclina a la simplificación, aunque a veces cae en el
prosaísmo. Se ha transformado en el cantor de los elementos.
Pero muchos de sus comentaristas creen que tanto en este
tema como en el amoroso, su canto no logra elevarse sobre la
materia. Sin embargo la poesía de tipo nerudiano domina casi
todo el panorama de la poesía chilena moderna, ya en sus
aspectos sociales, como hacen Efraín Barquero y Gonzalo
Rojas, va profundizando en los parajes descubiertos Neruda,
como Juvencio Vallé y Miguel Arteche. Tampoco faltan los
poetas que mantienen ajenos a tal influencia, como Ángel
Custodio González y David Rosenmann Taub. No olvidemos los
poetas del "Grupo Fuego", como Fernando González y Raúl
Rivera; y, por dar algunos ejemplos entre una valiosa lista
de nombres, citemos a José Miguel Vicuña, con su poemario
En los trabajos de la muerte, y a María Piwonka, con
Lazo de arena, cuya poesía, según el crítico Aloe, sólo
puede compararse con la de Gabriela Mistral.
Cabe destacar en nuestro siglo la poesía heroica del
longevo Samuel A. Lillo (1870 –1958) en su fervor araucano,
sin dejar de subrayar lo hispano.
La Naturaleza y sus fuerzas desatadas han dado temas a la
poesía iberoamericana. Desde que el norteamericano Walt
Whitman cantó el dinamismo de la civilización maquinista
estadounidense, estos motivos encontraron ancho campo en la
poesía y en la prosa. Los temas del mar han constituido una
preferencia. Los chilenos, por ejemplo, cuentan con una
extensa obra poética del tema, como corresponde a su
geografía.
El poeta más destacado es el uruguayo Carlos Sabat
Ercasty (1887), que llega a plasmar en fondo y forma las
fuerzas libres de los mares sin patetismos románticos,
contagiado de sus naturales optimismos de poder sano,
fuerte, arrebatador. La imponente hermosura y majestad del
mar adquiere bajo su estro una rotunda personalidad
decisiva, no de fuerza nefasta, sino de pura e inocente
vorágine, que cumple con alegría sus impresionantes
destinos. Aunque conoce el manejo de la métrica clásica,
como, por ejemplo, en un libro de sonetos –, donde su
inspiración halla ancho cauce es en el verso libre, en el
que, sin ciertas trabas retóricas, se nos revela como un
vigoroso cantor del mar. Escribe también apasionadas prosas
poéticas, como en Retratos de fuego, iniciado con el
de Antonio Castro Alves en 1948, o en El charrúa Veinte
Toros, impresionante idealización del indio uruguayo,
escrito en un delirante estilo. Con Poemas del hombre
llega, a lo largo de cuarenta años, a secuencias como el
Libro de los mensajes (1958), con sus tres mensajes a
los poetas de América.
Este caudal de vitalidad lo encontramos también en el
poeta colombiano Rafael Maya (1989), crítico y orador
brillante, gran poeta moderno desde su libro Coros del
mediodía (1925), hasta navegación nocturna (1939), que se
distingue por un hondo intimismo.
En Perú destaca la obra de César Vallejo que nos da una
poesía profundamente humana, peculiar por su patetismo:
Escaladas melografiadas, Fabla salvaje.
Desde los tiempos virreinales de Sor Juana Inés de la
Cruz hasta nuestros días, las mujeres hispanoamericanas han
sido grandes poetisas. Aunque es difícil seleccionar
nombres, citaremos algunas de ellas que han adquirido
relieve continental y hasta universalidad, como la chilena
Gabriela Mistral (1581 –1937), Premio Nobel de Literatura en
1945. Maestra de profesión, infunde a sus versos una gran
ternura maternal y ofrece a Dios sus penas (la tristeza de
la esterilidad, la pérdida del ser querido, que se suicidó,
y sus reacciones ante la pobreza, especialmente de los
niños). Desolación es un cancionero del amor infeliz.
Con emoción y sencillez, ahonda en los problemas de la
infancia y consigue poemas encantadores, como Miedo
("Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa...")
y Hombrecito ("Madre, cuando sea grande / ¡ay.., qué
mozo el que tendrás!.." ), motivos que triunfan en libros
como Ternura (1925), Tala y Lagar (1954), el
último. La influencia de Gabriela Mistral ha sido profunda
en la poesía femenina de América, y en la de Chile cuenta
con nombres prestigiosos (María Isabel Peralta, Olga
Acevedo, Mila Oyarzum, Gladys Thein, Stella Corvalán y
Sylvia Moore). Su actitud ante el hambre y la infancia
desvalida crea una poesía sobria de aran ternura, como en s,
poema La casa: |
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Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan "Cara de Dios"
nos llega a mesa de las casas.
Y, si otros niños no la tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
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Otra poetisa famosa es 1a uruguaya Juana
de Ibarbourou (1895), cuya musa está hecha de anhelos
basados en el amor y la Naturaleza. Uno de sus motivos
poéticos más obsesionantes fue el agua, que ha cantado en
todas sus formas, lluvia, pozo, laguna, cisterna, río –, y
también el fuego (La pequeña llama: "Yo siento por la
luz un amor de salvaje. Cada pequeña llama me encanta y
sobrecoge..."). Su poesía tiene sabor a hierbas, a raíces y
a esencias silvestres, como Raíz salvaje (103,2), de
sabia sensualidad femenina: |
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Desde el fondo del alma me sube
un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
no sé qué fragancias de trigo emparvado.
¡Ay, quisiera llevarte conmigo
a dormir una noche en el campo,
y en tus brazos pasar hasta el día
bajo el techo alocado de un árbol!
Soy la misma muchacha salvaje
que hace años trajiste a tu lado.
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El tema amoroso la lleva a considerar
que la carne es ceniza, como en su poema Lacería, y a
mostrarse irónica en el de los celos, como en Despecho
("si brilla en mis ojos la humedad del llanto es por el
esfuerzo de reírme tanto"), aunque predomina un dinamismo
optimista ("He arribado a las islas de la alegría sin
causa"). En Romances del destino (1955) sigue
mostrando su elegancia y sencillez características, aunque
ya desprovista de la desnuda sensualidad que conmovía en sus
primeros libros.
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La tercera gran figura femenina de la
poesía hispanoamericana es la argentina Alfonsina Storni
(1892 –1935), nacida en Suiza, gran temperamento que se vale
de la Naturaleza como símbolo para el amor tempestuoso, como
en
Noche lúgubre ("Rebaños de lobos hambrientos me
siguen...") Y en poemas como Letanías de la tierra muerta
y Alma desnuda. En su musa, la muerte y el mar
muestran su presencia (un día su cadáver apareció flotando
en aguas de Mar del Plata, y parece que era víctima de cruel
enfermedad).
La uruguaya Delira Agustini (1886 –1914) cultiva el tema
erótico desde su primer poemario EI libro blanco
(1901), y, según Zum Felde, "se alimenta más del sueño
evasivo que de la realidad concreta". También hemos de citar
a María Eugenia Vaz Ferreira, Ester de Cáceres, Sara de
Ibáñez, Sarah Bollo (la poetisa de Ciprés de
púrpura, 1911), las venezolanas Ida Gramcko,
prestigioso nombre de la poesía y del teatro poético con
libros como La vara mágica y Poemas; Luz
Machado de Arnao, de gran lirismo en mitos y leyendas de 1a
tierra y en Orinoco, extensísimo poema; Ana Enriqueta
Terán, con el magnífico poemario Al norte de la sangre;
Enriqueta Arvelo Larriva, con sus poemas elegíacos en
Mandato del canto (1957). Estas poetisas se
incorporaron al grupo "Viernes" (1938), que impulsaron
Pascual Venegas Filardo, cantor de la cólera y del misterio
de Ias aguas en su Canto al río de mi infancia; Vicente
Gerbasi, autor de Mi padre el inmigrante y del gran
mural épico Tirano de sangre y fuego; José Ramón
Medina, con sus lirismos en Como la vida (1959);
Pedro Francisco Lizardo, con Los círculos del hombre
(1959) y tantos otros nombres prestigiosos que representan
una nueva sensibilidad venezolana, como Otto de Sola, Miguel
Otero Silva, Rafael Pineda Alí Lameda, Manuel F. Rugeles,
etc.
Lo que Onís calificó de reacción conservadora representó
una reactivación del romanticismo que disimula la hiel del
corazón, con el manejo de la ironía. El costarriqueño
Roberto Brenes Mesén (1874 - 1947) es un ejemplo, con sus
libros poéticos En el silencio, Voces de ángeles,
Los dioses vuelven, etc.; y poemas tan expresivos
como Cálmame, Señor. Junto a la sencillez de Brenes
Mesén, ha de situarse la amable ironía del hondureño Rafael
Heliodoro Valle (1891), el poeta de Ánfora sedienta
(1922), que contiene poemas de gracia y agilidad, como La
escuela de la niña Lola: |
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¡Y el trino vuela,
en mi temblor se posa
como un perfume en medio de la rosa
que es de la niña Lola y de su escuela!
Y soy un niño en la canción que sueña
con un lampo de sol entre la greña:
un niño azul, un niño cristalino,
y a la vez una lágrima en un trino...
Y la luz de esa lágrima me alumbra
la oscuridad de la primera congoja:
mi canción se desmaya en la penumbra
y mi rosa en el viento se deshoja!
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Esta poesía de vago e irónico
romanticismo ha sido cultivada por el cubano Federico de
Ibarzábal (1894) en Una ciudad del trópico (1919), de
graciosa y picante poesía de motivo urbanos y marineros; por
el argentino Evaristo Carriego (1883 –1912), poeta bohemio
que canta pasiones y tragedias de los humildes (La
costurerita que dio aquel mal paso) o la paradoja de la
alegría triste de los barrios (Has vuelto); por el
guatemalteco Rafael Arévalo Martínez (1884), famoso por su
poema; Retrato de mujer y que en Los
atormentados nos ofreció el vago sentimentalismo de una
extraña e intensa personalidad; por el argentino Leopoldo
Marechal (1900), el gran poeta de los Sonetos a Sofía
(1940); los mejicanos Ramón López Velarde (1888 –1821), con
sus temas provincianos, mezcla de hermetismo y sencillez, d
sensualidad y religiosidad (Zozobra, 1910) y Alfonso
Reyes (1889 –1959), el gran humanista que se supera en la
gracia del romance, como en La tonada de lasierva enemiga
(del libro Pausa, 1926):
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Fieros tenía sus ojos
y ronca y mansa la voz;
finas imaginaciones
y plebeyo el corazón.
Su madre, como sencilla,
no la supo casar, no.
Testigo de ajenas vidas,
el ánimo le es traidor.
Cancioncita ronca, triste,
canción de esclava, canción,
toda te me presentas
en dos ojos y una voz.
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Un ejemplo nuevo de la poesía de Alfonso
Reyes lo tenemos en Homero en Cuernavaca (México
1940). Aunque mostrando diversas in fluencias, como poeta
viajero que es, el ecuatoriano Jorge Carrera Andrade (1902)
revela su personalidad sentimental en Registro del
mundo (1940), y posteriormente analiza su propia poesía
en Edades poéticas (1922 –1956) (Casa de la Cultura
Ecuatoriana, Quito, 1958). Contiene, en once divisiones, el
desarrollo poético de su propia vida, desde la poesía de la
niñez a hasta el Cántico de la unidad universal, en
el que a alcanza su mas alta esencia y madurez.
Como ejemplo de este nuevo romanticismo podemos citar al
torturado poeta ecuatoriano Medardo Ángel Silva (1899
–1921), que, el mismo año de su suicidio, nos da una prueba
de romanticismo tardío, aunque parecía pertenecer a un
simbolismo artificioso. Su obsesiva reincidencia en los
temas de la muerte, La extraña visita, Ofrenda a
la muerte, El viajero y la muerte son los títulos
de tres de sus poemas – es altamente significativa.
Entre los poetas del realismo provincial ecuatoriano
hemos de citar a Cristóbal Ceballos Larrea, de Riobamba,
poeta de las últimas gestas patrias y de la historia
hispánica en Gesta amazónica, y de inspiración vehemente en
Voces líricas (1954);y a José Villacreses Suárez, con
su Sangre de amarantinas (Riobamba, 1937; prólogo del
poeta argentino Julio Arístides), un poemario tradicional,
en octosílabos y romances, revelador de cierta continuidad
modernista, como en el expresionismo censualista de
Desfloración, o la quejumbrosa sociología bohemia, llena
de generosidad romántica, de A la mala mujer.
No podemos cerrar este apartado sin citar a Carlos Pezoa
Véliz, que envuelve el dramatismo de su vida en un velo de
ironía. Se considera precursor de la poesía social de
vanguardia posterior y, por su tristeza e irónica alegría en
su expresión, del alma nacional (Alma chilena, 1912;
Poesías y prosas completas, 1927). Los
uruguayos Emilio Frugoni y Álvaro Armando Vaseur llegan, con
su poesía social a ser combativos.
El antiguo tema del esclavismo ha derivado en nuestros
días hacia una intensa literatura de todo lo referente a los
negros. La poesía afrocubana constituye su más intensa
manifestación. Se ha orientado hacia la música, hacia los
ritmos del danzón y de la rumba y, sin olvidar cierta ironía
y sentimentalismo, han retratado el cuerpo o el alma del
negro. Los ejemplos de poetas cubanos son notabilísimos. El
mulato Nicolás Guillén (1904) es uno de los más geniales en
la interpretación del ritmo negro. Capta la cadencia
afrocubana destile su ingeniosa composición Sóngoro
cosongo (1931) hasta su libro de elegías La poltrona
de vuelo popular (1050). La popularidad de Guillén había
llegado a su cumbre con El son entero (1946). Esta
poesía afrocubana ha sido cultivada en las otras Antillas,
como en Puerto Rico, por Luís Palés Matos (1899 –1959), uno
de los iniciadores del movimiento diepalista
(expresión mediante onomatopeyas, no minuciosas
descripciones), novedad puertorriqueña del año 1921. Su
pintoresca y popular Canción festiva para ser llorada,
interpreta burlesca y amargamente las Antillas mayores y
menores: |
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Cuba, ñáñigo y bachata.
Haití, vodú y calabaza.
Puerto Rico, burundanga.
Las Antillas menores,
titís inocentes, bailan,
sobre el ovillo del viento
que el ancho golfo huracana.
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Palés Matos domina el arte poético
cubano en forma tal que la crítica hispanoamericana ha
reconocido su verdadero valor. En él, el ñañiguismo
ha logrado una viva expresión. Otras publicaciones, como El
palacio en sombras y Canciones de la vida media, confirman
su personalidad de poeta. Tomas Blanco nos ha hablado de su
ambiente de luz fuerte, rabiosa y que da pastosidad de
arcilla tibia y húmeda a sus metáforas negras . Otro gran
intérprete de este tipo de poesía es el dominicano Manuel
del Cabral (1907), con sus libros poéticos Doce poemas,
ocho gritos (1937) y Pilón (1938). Pero en Cabral
ha de destacarse, además, la creación del tipo poético de
criollo dominicano que aparece en Compadre Mon
(1949), viva estampa antillana del criollismo pudiente del
gaucho literario. Esta atractiva personalidad nos la
presenta Cabral:
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...Más que en la voz del agua que no para,
yo vi más campo, yo leí mas campo
en el libro salvaje de tu cara.
Cara para aprender a oler la loma,
cuando el tabaco de tus ojos arde
con la criolla candela de la tarde.
Y las uñas hundidas en el día,
y tu gran barba de maíz en contra
del cadáver de un grito de sequía...
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En 1957 publica en Buenos Aires su
Antología Clave, selección que revela su maestría en el
desarrollo poético de temas como el sexual (Sangre mayor,
sexo y alma) como otros eternos a la manera de La
pequeña parábola que cierra dicha antología (Tu palabra
no dicha viene siendo la clave / de lo que vuela, a veces,
de mi barro dormido...,).
Las consecuencias de la primera contienda mundial
impulsaron a los hispanoamericanos a seguir los
vanguardismos europeos y a intentar romper con el lastre
literario del siglo XIX que arrastraba el modernismo. En
España, entre los vanguardistas, figuraron el uruguayo Julio
J. Casal (1589 –1954) y el argentino Jorge Luis Borges
(189C3). Este había llegado a España cuando todavía era muy
joven. Colabora con algunas revistas españolas. Cuando
regresa a la Argentina, en 1921, introduce el movimiento
ultraísta, funda las revistas Prisma y Proa, y expone sus
teorías en "Nosotros de Buenos Aires. Desde entonces, Borges
ha ejercido una gran influencia sobre la literatura
argentina. Sin caer en el costumbrismo, ha logrado
incorporar al lenguaje literario modismos y vocablos
argentinos. Se distingue por su amplia y profunda cultura y
por su gran sensibilidad para captar la realidad del
ambiente. Su primer libro fue Fervor de Buenos Aires (1923).
Siguieron otros, como Luna de enfrente (1925), Cuaderno de
San Martín (1920), etcétera. En ellos encontramos poemas de
Borges que son muy famosos, como El general Quiroga va en
coche a la muerte, o Fundación mitológica de Buenos Aires (
"¿Y fue por este río de sueñera y de barro / que las proas
vinieron a fundarme la patria?").
Y el poeta acaba su poema pensando que los comienzos de
Buenos Aires se le hacen cuento, pues él la juzga eterna
como el agua y el aire. En cuanto al poema del general
Quiroga, tiene resonancias valleinclanescas: |
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...El coche se hamacaba rezongando la altura:
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
tironeaban seis miedos y un valor desvelado.
Junto a los postillones jineteaba un moreno.
Ir en coche a la muerte, ¡qué cosa mas oronda!
El general Quiroga quiso entrar al infierno
llevando seis o siete degollados de escolta.
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A esta obra poética han de unirse
valiosos libros de ensayos, como El idioma de los argentinos
(1928), biografías como la de Evaristo Carriego, colecciones
de cuentos como El jardín de los senderos que se bifurcan,
EI aleph y La muerte y la brújula, entre otros. Lo
fantástico y lo metafísico se entremezclan con la mas
perdurable realidad argentina. Con Borges ha colaborado
Adolfo Bioy (1914), como en Los orilleros, El paraíso de
los creyentes (1955).
La poesía es, sin duda, el género en el que la Argentina
ha alcanzado valores literarios más altos. Como ejemplos muy
conocidos: Baldomero Fernández Moreno, Arturo Capdevila,
Arturo Marasso, Norah Lange, Conrado Naré Roxlo, Silvina
Ocampo, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari, Alfredo
Bufano, Vicente Barbieri, Pedro Juan Vignale, Carlos
Mastronardi, Ezequiel Martínez Estrada, y otros. En 1957,
Juan Carlos Ghiano estudia la poesía argentina del siglo
XX, y, como ejemplo de poesía especializada, la del
cubano Emilio Ballagas en Antología de la Poesía Negra
Hispanoamericana (1935).
En la poesía vanguardista, la gran figura fue el poeta
chileno Vicente Huidobro (1893 –1948) con el creacionismo,
que tanta importancia alcanzó en el mundo hispánico, donde
fue muy discutido. Se inició con poesías sentimentales, como
Canciones en la noche (1913), es modernista en La
gruta de silencio (1914). Su primer libro original es
Adán (1916) ; mas cuando empieza a ser admirado e
influyente como vanguardista es con motivo de su estancia en
Madrid (1918). Su gran exégeta Antonio de Undurraga, llama a
esa época los días de oro del creacionismo, y la
hora centelleante en que trazaba, como un insospechado dios,
una perdurable línea ecuatorial en su esplendente orbe
lírico. Este acontecimiento se produjo poco después de
la publicación en París de su libro en francés Horizon
carre, que, con sus cuatro breves poemarios, Tour
Eiffel, Ecuatorial, Poemas árticos y el
poema de guerra Hallati, abre el camino el
creacionismo en lengua castellana. Como se dijo que Huidobro
se había formado en el cubismo francés, él lo negó desde
Madrid. Con ello comenzó su polémica con el poeta francés
Pierre Reverdy, que el citado Undurraga revisó en 1954, tres
años después, en su extenso ensayo Teoría del
creacionismo, que precede a la Antología de
Huidobro (Madrid, 1957).
En Hispanoamérica, el poeta peruano José M. Eguren (1872
–1942) ha sido considerado como un precursor del
creacionismo. Pero Huidobro, sin duda, es su introductor y
realizador en castellano. Veamos uno de sus Poemas
árticos, como Luna o reloj: |
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Las tardes prisioneras
En los rincones fríos
Y las canciones cónicas de los jardines
Golondrinas sin alas
Entre la niebla sólida
Angustia en mi garganta
Sobre la frente seca
Y en tus manos una estrella fresca
Después, en el valle sin sol
Un mismo ruido
La luna y el reloj
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En 1921 publica Huidobro la revista
Creacionismo, da conferencias en el Ateneo de Madrid
sobre la Estética del movimiento y ven
la luz pública Temblor de cielo y
Altazor, prescindiendo ya definitivamente de títulos
franceses. Sus temas son los vuelos de estrellas, los
milagros cósmicos y las percepciones taumatúrgicas. Sus
características, las del cubismo francés: esquematismo,
ausencia de puntuación, tipografía de blancos y espacios,
etc.: Para Huidobro, el arte había pasado por tres etapas:
reproducción (inferior al medio), adaptación (equilibrio con
el medio) y creación (superior al medio).
Su creacionismo lo explica: Hacer un poema como la
naturaleza hace un árbol, cada parte constitutiva y todo el
conjunto presentan un hecho nuevo, independiente del mundo
externo y desligado de toda otra realidad que él mismo. Y en
vez de cantar los objetos, darlos en el poema (¿Por qué
cantáis la rosa, oh, poetas ¡Hacedla florecer en el
poema!). Muerto el poeta, su hija recogió sus
manuscritos inéditos (Últimos poemas, 1945).
Huidobro ha influido sobre la poesía chilena (Humberto Díaz
Casanueva, Rosamel del Valle y los surrealistas del grupo la
Mandrágora, como Teófilo Cid y Braulio Arenas).
Con el título de Teoría del creacionismo
(Madrid, 1951) el gran escritor chileno Antonio de Undurraga
hace un nueva crítica polémica sobre la poesía de Huidobro.
Undurraga, como norma poética, cree preciso ... hacer
llorar la hoja, los gorilas y el agua, pero sin llanto.
Sus libros poéticos (La siesta de los peces, Red
en el génesis, etc.) son de gran riqueza de léxico y
novedad, con calor y sentimiento, pero con pudor de artista.
Sus estudios críticos y prosas son muy notables, como su
invectiva contra el orbe mecanizado de hoy (El
intelectual y su muralla china contemporánea). En sus
comienzos fue admirador de Pablo de Rokha (1894), original
precursor de la poesía chilena contemporánea (Escritura
de Raimundo de Contreras y U).
Mencionemos también la poesía de los sacerdotes chilenos
Luís Felipe Cotardo y Francisco Donoso G., que, a veces,
llegan al misticismo. Poeta es Juan Mújica, con mensajes de
antigua dignidad de palabras e intensos lirismos (El
carro de la luz, Bodas de oro y Celeste nuncio).
Una estricta selección de la poesía chilena hasta 1958 puede
verse en Atlas de la poesía de Chile, de Undurraga.
En 1939 se inició en Colombia el piedracelismo
poético. Jorge Rojas, el poeta del Canto a Colón y
Eduardo Carranza, el de Canciones para iniciar una fiesta
presentan una noble batalla en busca de una expresión
poética nueva.
El poeta colombiano mas prestigioso es León Creiff
(1895), cuya poesía, según Jorge Zalamea, "da audiencia al
universo que habita en su sangre". Otros nombres: Carlos
García Prada, Germán Pardo García, etc. En las últimas
generaciones parece experimentarse una reacción
neorromántica. Como ejemplo: la poesía clara de palabra y
sentir de J. M. Vivas Balcázar, con La voz del poeta,
con temas octocentistas y becquerianos, y La luz y los
laureles en el que, dentro de su realismo, se ha
modernizado su concepción poética. |
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