Aves y mamíferos del Manu

 

Generalidades

La atención hacia las aves es tan antigua como las primeras civilizaciones. Las pinturas rupestres, las pinturas egipcias, la cerámica inca, los mitos griegos y la simbología romana han recogido buena parte de este sentir. Más adelante, durante el siglo XIX y principios del XX, muchos naturalistas del norte centraron fuertemente su interés en este grupo. Hombres como Audubon dan fe de esto en sus espléndidas pinturas. En los últimos años los investigadores han profundizado en el comportamiento, fisiología e importancia de las aves, principalmente en los ecosistemas más amenazados. Hoy, esta información, sumada a la proveniente de miles de observadores de aves, ha convertido este grupo en el mejor documentado y uno de los más confiables para el análisis y toma de decisiones en las políticas de conservación.

Uno de los vínculos más saltantes entre las aves y el hombre es que ambos atribuyen a los colores y formas el valor de una señal. Aunque de manera distinta, para ambos es un medio de comunicación. En muchas aves el ritual sexual está directamente relacionado a la exhibición de colores, también la actitud amenazadora en defensa del territorio. El hombre con frecuencia ha percibido estos eventos con valor estético y natural curiosidad.

Los colores y diseños en el plumaje, como ya dijimos, son muchísimos y el observador principiante debe esforzarse en concentrar su atención en todos los detalles. Los puntos, líneas y manchas de diversos tamaños, colores y matices son importantes a la hora de identificar una especie. Si el plumaje no ha sido determinante, el observador atento podrá valerse de otros datos. Así, la manera de desplazarse en el suelo o en vuelo, el vínculo del ave con otros animales, el tipo de estación en que habitan, la hora y época del año en que .atan suelen ser características particulares de algunas especies. Un buen observador deberá esforzarse por distinguir aves por su canto. Es, por supuesto, una ardua tarea ya que cada especie posee uno propio, sin embargo, ofrece grandes satisfacciones.

Una observación prolongada enseñará más que una Identificación apresurada. Para ello es importante armarse de paciencia, guardar calma y observar al ave el mayor tiempo posible. Esta experiencia abre la posibilidad de interesantes discusiones e intercambios de información, sin duda una de las actividades más entretenidas entre los observadores de aves. A continuación, incluimos algunas breves anotaciones que podrán serle útiles:

Los machos del gallito de las rocas (Rupicola peruviana) se reúnen cada mañana para exhibirse ante las hembras que elegirán pareja. Estos lugares (leks) en el bosque nublado son siempre los mismos y con seguridad podrá encontrarlos en la localidad de San Pedro durante su viaje por tierra.

El paucar macho (Psarocolius angustifrons), con frecuencia se posa sobre la parte más alta de algún árbol solitario. Desde allí se balancea dando fuertes gritos que pueden oírse a gran distancia. Si su llamado ha tenido éxito, habrá en corto tiempo varias hembras tejiendo largos nidos que cuelgan a manera de pesadas gotas.

El carpintero (Campephilus haematogaster) es de los más difíciles de encontrara Sin embargo, es posible observarlo al final de la tarde cuando retorna a su dormidero. Anote la ubicación exacta de algún árbol delgado y de fuste liso con agujeros alineados, hasta tres en ocasiones. Allí llega rápido y silencioso. Luego de examinar el lugar se posa ocultando sólo la cabeza en el agujero.

El flautero (Cyphorhinus aradus), la mejor voz del bosque, puede oírse por las mañanas no muy temprano, 9 ó 10 a.m. Sin embargo, no es fácil observarlo. Para ello será útil primero tener algunas pistas: el flautero es una especie territorial y casi del todo dependiente de un árbol habitado por hormigas, la «tangarana» (Triplarix americana). Allí, a aproximadamente 1,5 metros del suelo, teje un nido de forma tubular y curvado, con entrada por el frente. En un mismo territorio hay de tres a cinco y en ocasiones hasta siete de estos nidos, en diferente estado de conservación. Quien quiera observar al ave, deberá encontrar una ubicación al centro del territorio, entre los nidos, y esperar pacientemente. Esta ave vuela bajo, casi sobre el suelo, rápido y en silencio hasta que elige una percha donde cantar. ¡Sin duda valdrá la pena la espera!

Si ubica una línea de hormigas legionarias (Eciton burchelli), con seguridad verá uno de los episodios más interesantes de los bosques tropicales. Ala cabeza de la columna, donde las hormigas dispersan formando una apretada red de voraces cazadores, encontrará un buen grupo de por lo menos cinco especies de ves capturando los insectos que intentan escapar. Phlegopsis gromaculata, el más inquieto, forma grupos familiares de tres o cuatro individuos con un líder a la cabeza, Rhegmatorhina melanosticta es más tímido y caza a pocos centímetros del suelo, Dendrocincla merula captura sus presas recorriendo, de arriba a abajo, los troncos de los árboles, Myrmeciza fortis y Gymnopithys salvini son muy discretos y andan en parejas.

Las perdices son tema serio, su plumaje manchado entre gris y marrón las hacen muy difíciles de descubrir. Se las ve casi sólo de casualidad, cuando levantan vuelo a nuestro paso. Al final del día Crypturellus bartletti canta desde diferentes direcciones tratando de encontrar una pareja. La hembra es quien más canta, es de tamaño algo mayor que el macho y con frecuencia solitaria. En estos momentos, si uno se detiene en medio de los cantos, tal vez vea pasar alguna.

Avanzada la noche, sobre todo cuando el cielo está despejado y la luna brilla, aparece el chotacabras mayor o «ayaimama», (Nyctibius grandis). El canto fuerte y terrorífico de esta ave puede atemorizar al más sereno visitante. Si ubica la dirección del canto, con ayuda de una linterna, en lo alto de alguna rama bien expuesta, descubrirá un par de ojos rojos brillantes observándolo. Como a todo animal nocturno le incomoda la luz, ¡debe apresurar sus observaciones!

Durante el día un sonido tan bajo que deja dudas se oye a gran distancia. El paujil (Mito tuberosa), un ave grande, negra y de pico ancho muy rojo es el dueño de esta voz. El ave se para sobre alguna rama a mediana altura y emite un canto tan disperso que es difícil determinar su procedencia. Una vez cerca sólo es cuestión de observar bien entre las ramas. A veces, también puede encontrárselo mientras se alimenta sobre el suelo, alrededor de un árbol de «cumala» en fruto (Virola spp.).

Los termiteros son de las estructuras, más comunes en la selva baja. Su abundancia ha sido aprovechada por varias especies de pericos (Brotogeris spp). Por sus características, los termiteros ofrecen condiciones ideales para la construcción del nido. Una manera fácil de identificar estos casos es observando la parte baja del termitero. Allí los pericos construyen un pequeño agujero de entrada. Sólo en casos en que el agujero sea perfectamente circular y pequeño es probable que pertenezca a una pareja de pericos; de lo contrario, seguro habrá murciélagos en su interior. Las se despejan por la mañana antes que aparezcan los primeros rayos del sol, cuando los pericos salen muy aprisa y en absoluto silencio.

Un repetido ¡Chiiiwuik!, a pocos metros del suelo, siempre de el mismo lugar, es con seguridad el llamado de un macho de Tyranneutes stolzmanni, un ave diminuta, de plumaje verdusco y a ratos tan estática que se confunde con follaje. Esta pequeña ave estará allí siempre que quiera verla. Sus dominios son sólo de algunos metros y utiliza las mismas ramas donde canta todo el día. Incluso si usted retorna al año siguiente, con seguridad allí lo encontrará.

Finalmente, recuerde que las aves no acostumbran moverse ni cantar durante la lluvia. Será un esfuerzo inútil salir a buscarlas en esos momentos.

 

 

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