LITERATURA IBEROAMERICANA DEL SIGLO XX

Copy Right Edym, 1996-2007. Ésta es una de las páginas más plagiadas que existen en Internet. En varios sitios figura copiada literalmente de principio a final y sin citar las fuentes. Edym la mantiene, desde su primera edición en 1996, como contenido de lectura gratuita.

 
Poesía

La primera guerra mundial provoca una grave crisis en la evolución del modernismo. Desde algo antes de 1920 pueden considerarse iniciadas las literaturas nacionales; pero se nota en ese momento un gran desequilibrio entre tendencias nuevas y estilos anteriores. 

Escritores jóvenes afirman su personalidad e incorporan sus respectivas nacionalidades a la literatura universal. Durante el modernismo aparecieron algunas de las ya citadas reacciones, como la del mejicano González Martínez, y otras precursoras de los vanguardismos posteriores, que lograron armonizar con gran habilidad las viejas músicas poéticas con los más arriesgados y detonantes barroquismos hacia las locuras antirrealistas. La poesía fue la más susceptible a los extraños modos nuevos. 

El uruguayo JULIO HERRERA Y REISSIG (1875 –1910) combina en sus poemas lo barroco con un humorismo personalísimo. Su poesía, iniciada bajo el gusto dieciochesco del simbolismo francés, trascendió a Europa y llegó a ejercer influencia sobre algunos poetas españoles como Bacarisse y García Lorca. En sus obras completas (Montevideo, 1913) encontramos una gran originalidad, en una abigarrada sucesión de heterogéneos motivos antiguos y contemporáneos hasta llegar, con fina ironía, a los más extremados vanguardismo. Cantor del tiempo en su poemario Las Pascuas del Tiempo, consigue estrofas maestras por su arquitectura, como las del poema Su majestad el Tiempo, por su predominante ritmo anfibraco: 

 
Su frente de viejo ermitaño 
parece el desierto de todo lo antaño: 
En ella han carpido la hora y el año, 
lo siempre empezado, lo siempre concluso, 
lo vago, lo ignoto, lo iluso, lo extraño, 
lo extraño, lo iluso...

 

Su poesía, ingeniosa y arbitraria, conjuga los más diversos recursos poéticos. EI vanguardismo en la poesía iberoamericana se extendió; pero sin perder su matiz autóctono frente a lo europeo y el criollismo, constituyó la manifestación mas genuina del arte literario continental. 

El creador del "nativismo" el gran poeta uruguayo Fernán Silva VALDÉS (nacido en 1887) que lo inició, según su propia explicación, con expresiones y palabras de frescura bárbara. Después de un libro modernista, Ánforas de barro (1913) – da categoría poética a las formas populares en su trascendental libro Agua del tiempo (1922), con los clásicos motivos rioplatenses del ombú, el pago, el potro, etc. 

El ensayista EMILIO ORIBE, también uruguayo, cultiva la poesía vanguardista hacia el ultraísmo. 

Pero el más representativo de la vanguardia poética americana fue PEDRO PRADO (1886 –1952), que fundó en Santiago el grupo de "Los Diez" y la "Revista Moderna", la cual influía sobre los poetas jóvenes. El poeta parece pensar más en la tradición poética española del siglo XVII que en Rubén Darío. Con Flores de cardo (1908), Prado inicia en Chile el "versolibrismo"; pero sus prosas poéticas, Los pájaros errantes (1915) – y los sonetos de El camino de las horas están mas relacionados con la mencionada tradición. En Palabras del relato del hermano errante encontrarnos versos de impresionante lirismo, que parece alcanzar su máxima expresión en Alsino (1031), fórmula novelesca de realidad y ficción que se considera su obra maestra. Como si fuera el centro del universo, cree que todas las cosas se acercan o se alejan de él. Se siente volador y, tras vuelo nocturno, llega a una trágica angustia preexistencialista. Raúl Silva Castro ha dicho de este poeta que lo propio en él es arrebatar consigo a las almas estáticas sobre las cuales pesan las ataduras carnales. En el hondo lirismo de Prado hay una concepción pesimista. Volvernos a encontrar su patetismo en un poeta del sur de Chile: 

PABLO NERUDA (Neftalí Ricardo Reyes, nacido en 1904) que gana universalidad con sus primeros poemarios de primaria popularidad, Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1921) y Crepusculario (1936), algunos, de tanta fama continental como Farewell:

 
Desde el fondo de ti, y arrodillado, 
un niño triste, como yo, nos mira.
 
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
 
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
 
Por esos ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

 
En 1933, Neruda inició su modalidad poética propia con el primer volumen de Residencia en la Tierra (el segundo volumen se publicó en 1035, y la Tercera residencia, en 1945), que contiene una poesía considerada por Amado Alonso "expresionista por el modo eruptivo de salir" y por "la visión de apocalipsis perpetuo que la informa" y alcanza su máxima resonancia en América con Canto general (Méjico, 1930), en el que utiliza, con grandiosa concepción artística, las ansias generales de su continente, aun que con enfoque partidista. Posteriormente, con Odas elementales (1934) y Nuevas odas elementales (1936), inaugura una tercera época. Canta, en un lenguaje perfectamente accesible, los seres humildes y las cosas cotidianas. Toda ella tiende ahora a superar el hermetismo de sus primeros libros y se inclina a la simplificación, aunque a veces cae en el prosaísmo. Se ha transformado en el cantor de los elementos. Pero muchos de sus comentaristas creen que tanto en este tema como en el amoroso, su canto no logra elevarse sobre la materia. Sin embargo la poesía de tipo nerudiano domina casi todo el panorama de la poesía chilena moderna, ya en sus aspectos sociales, como hacen Efraín Barquero y Gonzalo Rojas, va profundizando en los parajes descubiertos Neruda, como Juvencio Vallé y Miguel Arteche. Tampoco faltan los poetas que mantienen ajenos a tal influencia, como Ángel Custodio González y David Rosenmann Taub. No olvidemos los poetas del "Grupo Fuego", como Fernando González y Raúl Rivera; y, por dar algunos ejemplos entre una valiosa lista de nombres, citemos a José Miguel Vicuña, con su poemario En los trabajos de la muerte, y a María Piwonka, con Lazo de arena, cuya poesía, según el crítico Aloe, sólo puede compararse con la de Gabriela Mistral. 

Cabe destacar en nuestro siglo la poesía heroica del longevo Samuel A. Lillo (1870 –1958) en su fervor araucano, sin dejar de subrayar lo hispano. 

La Naturaleza y sus fuerzas desatadas han dado temas a la poesía iberoamericana. Desde que el norteamericano Walt Whitman cantó el dinamismo de la civilización maquinista estadounidense, estos motivos encontraron ancho campo en la poesía y en la prosa. Los temas del mar han constituido una preferencia. Los chilenos, por ejemplo, cuentan con una extensa obra poética del tema, como corresponde a su geografía. 

El poeta más destacado es el uruguayo Carlos Sabat Ercasty (1887), que llega a plasmar en fondo y forma las fuerzas libres de los mares sin patetismos románticos, contagiado de sus naturales optimismos de poder sano, fuerte, arrebatador. La imponente hermosura y majestad del mar adquiere bajo su estro una rotunda personalidad decisiva, no de fuerza nefasta, sino de pura e inocente vorágine, que cumple con alegría sus impresionantes destinos. Aunque conoce el manejo de la métrica clásica, como, por ejemplo, en un libro de sonetos –, donde su inspiración halla ancho cauce es en el verso libre, en el que, sin ciertas trabas retóricas, se nos revela como un vigoroso cantor del mar. Escribe también apasionadas prosas poéticas, como en Retratos de fuego, iniciado con el de Antonio Castro Alves en 1948, o en El charrúa Veinte Toros, impresionante idealización del indio uruguayo, escrito en un delirante estilo. Con Poemas del hombre llega, a lo largo de cuarenta años, a secuencias como el Libro de los mensajes (1958), con sus tres mensajes a los poetas de América. 

Este caudal de vitalidad lo encontramos también en el poeta colombiano Rafael Maya (1989), crítico y orador brillante, gran poeta moderno desde su libro Coros del mediodía (1925), hasta navegación nocturna (1939), que se distingue por un hondo intimismo. 

En Perú destaca la obra de César Vallejo que nos da una poesía profundamente humana, peculiar por su patetismo: Escaladas melografiadas, Fabla salvaje

Desde los tiempos virreinales de Sor Juana Inés de la Cruz hasta nuestros días, las mujeres hispanoamericanas han sido grandes poetisas. Aunque es difícil seleccionar nombres, citaremos algunas de ellas que han adquirido relieve continental y hasta universalidad, como la chilena Gabriela Mistral (1581 –1937), Premio Nobel de Literatura en 1945. Maestra de profesión, infunde a sus versos una gran ternura maternal y ofrece a Dios sus penas (la tristeza de la esterilidad, la pérdida del ser querido, que se suicidó, y sus reacciones ante la pobreza, especialmente de los niños). Desolación es un cancionero del amor infeliz. Con emoción y sencillez, ahonda en los problemas de la infancia y consigue poemas encantadores, como Miedo ("Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa...") y Hombrecito ("Madre, cuando sea grande / ¡ay.., qué mozo el que tendrás!.." ), motivos que triunfan en libros como Ternura (1925), Tala y Lagar (1954), el último. La influencia de Gabriela Mistral ha sido profunda en la poesía femenina de América, y en la de Chile cuenta con nombres prestigiosos (María Isabel Peralta, Olga Acevedo, Mila Oyarzum, Gladys Thein, Stella Corvalán y Sylvia Moore). Su actitud ante el hambre y la infancia desvalida crea una poesía sobria de aran ternura, como en s, poema La casa:

 
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan "Cara de Dios"
nos llega a mesa de las casas.
Y, si otros niños no la tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.

 

Otra poetisa famosa es 1a uruguaya Juana de Ibarbourou (1895), cuya musa está hecha de anhelos basados en el amor y la Naturaleza. Uno de sus motivos poéticos más obsesionantes fue el agua, que ha cantado en todas sus formas, lluvia, pozo, laguna, cisterna, río –, y también el fuego (La pequeña llama: "Yo siento por la luz un amor de salvaje. Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge..."). Su poesía tiene sabor a hierbas, a raíces y a esencias silvestres, como Raíz salvaje (103,2), de sabia sensualidad femenina:
 
Desde el fondo del alma me sube
un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
no sé qué fragancias de trigo emparvado.
¡Ay, quisiera llevarte conmigo
a dormir una noche en el campo,
y en tus brazos pasar hasta el día
bajo el techo alocado de un árbol!
Soy la misma muchacha salvaje
que hace años trajiste a tu lado.

 

El tema amoroso la lleva a considerar que la carne es ceniza, como en su poema Lacería, y a mostrarse irónica en el de los celos, como en Despecho ("si brilla en mis ojos la humedad del llanto es por el esfuerzo de reírme tanto"), aunque predomina un dinamismo optimista ("He arribado a las islas de la alegría sin causa"). En Romances del destino (1955) sigue mostrando su elegancia y sencillez características, aunque ya desprovista de la desnuda sensualidad que conmovía en sus primeros libros.  
 
Volver al índice Literatura Iberoamericana del Siglo XX
 
 
La tercera gran figura femenina de la poesía hispanoamericana es la argentina Alfonsina Storni (1892 –1935), nacida en Suiza, gran temperamento que se vale de la Naturaleza como símbolo para el amor tempestuoso, como en Noche lúgubre ("Rebaños de lobos hambrientos me siguen...") Y en poemas como Letanías de la tierra muerta y Alma desnuda. En su musa, la muerte y el mar muestran su presencia (un día su cadáver apareció flotando en aguas de Mar del Plata, y parece que era víctima de cruel enfermedad). 

La uruguaya Delira Agustini (1886 –1914) cultiva el tema erótico desde su primer poemario EI libro blanco (1901), y, según Zum Felde, "se alimenta más del sueño evasivo que de la realidad concreta". También hemos de citar a María Eugenia Vaz Ferreira, Ester de Cáceres, Sara de Ibáñez, Sarah Bollo (la poetisa de Ciprés de púrpura, 1911), las venezolanas Ida Gramcko, prestigioso nombre de la poesía y del teatro poético con libros como La vara mágica y Poemas; Luz Machado de Arnao, de gran lirismo en mitos y leyendas de 1a tierra y en Orinoco, extensísimo poema; Ana Enriqueta Terán, con el magnífico poemario Al norte de la sangre; Enriqueta Arvelo Larriva, con sus poemas elegíacos en Mandato del canto (1957). Estas poetisas se incorporaron al grupo "Viernes" (1938), que impulsaron Pascual Venegas Filardo, cantor de la cólera y del misterio de Ias aguas en su Canto al río de mi infancia; Vicente Gerbasi, autor de Mi padre el inmigrante y del gran mural épico Tirano de sangre y fuego; José Ramón Medina, con sus lirismos en Como la vida (1959); Pedro Francisco Lizardo, con Los círculos del hombre (1959) y tantos otros nombres prestigiosos que representan una nueva sensibilidad venezolana, como Otto de Sola, Miguel Otero Silva, Rafael Pineda Alí Lameda, Manuel F. Rugeles, etc. 

Lo que Onís calificó de reacción conservadora representó una reactivación del romanticismo que disimula la hiel del corazón, con el manejo de la ironía. El costarriqueño Roberto Brenes Mesén (1874 - 1947) es un ejemplo, con sus libros poéticos En el silencio, Voces de ángeles, Los dioses vuelven, etc.; y poemas tan expresivos como Cálmame, Señor. Junto a la sencillez de Brenes Mesén, ha de situarse la amable ironía del hondureño Rafael Heliodoro Valle (1891), el poeta de Ánfora sedienta (1922), que contiene poemas de gracia y agilidad, como La escuela de la niña Lola:

 
¡Y el trino vuela,
en mi temblor se posa
como un perfume en medio de la rosa 
que es de la niña Lola y de su escuela! 
Y soy un niño en la canción que sueña 
con un lampo de sol entre la greña:
un niño azul, un niño cristalino,
y a la vez una lágrima en un trino... 
Y la luz de esa lágrima me alumbra
la oscuridad de la primera congoja:
mi canción se desmaya en la penumbra 
y mi rosa en el viento se deshoja!

 

Esta poesía de vago e irónico romanticismo ha sido cultivada por el cubano Federico de Ibarzábal (1894) en Una ciudad del trópico (1919), de graciosa y picante poesía de motivo urbanos y marineros; por el argentino Evaristo Carriego (1883 –1912), poeta bohemio que canta pasiones y tragedias de los humildes (La costurerita que dio aquel mal paso) o la paradoja de la alegría triste de los barrios (Has vuelto); por el guatemalteco Rafael Arévalo Martínez (1884), famoso por su poema; Retrato de mujer y que en Los atormentados nos ofreció el vago sentimentalismo de una extraña e intensa personalidad; por el argentino Leopoldo Marechal (1900), el gran poeta de los Sonetos a Sofía (1940); los mejicanos Ramón López Velarde (1888 –1821), con sus temas provincianos, mezcla de hermetismo y sencillez, d sensualidad y religiosidad (Zozobra, 1910) y Alfonso Reyes (1889 –1959), el gran humanista que se supera en la gracia del romance, como en La tonada de lasierva enemiga (del libro Pausa, 1926): 
 
Fieros tenía sus ojos
y ronca y mansa la voz;
finas imaginaciones
y plebeyo el corazón.
Su madre, como sencilla, 
no la supo casar, no. 
Testigo de ajenas vidas, 
el ánimo le es traidor.
Cancioncita ronca, triste, 
canción de esclava, canción,
toda te me presentas 
en dos ojos y una voz.

 

Un ejemplo nuevo de la poesía de Alfonso Reyes lo tenemos en Homero en Cuernavaca (México 1940). Aunque mostrando diversas in fluencias, como poeta viajero que es, el ecuatoriano Jorge Carrera Andrade (1902) revela su personalidad sentimental en Registro del mundo (1940), y posteriormente analiza su propia poesía en Edades poéticas (1922 –1956) (Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1958). Contiene, en once divisiones, el desarrollo poético de su propia vida, desde la poesía de la niñez a hasta el Cántico de la unidad universal, en el que a alcanza su mas alta esencia y madurez. 

Como ejemplo de este nuevo romanticismo podemos citar al torturado poeta ecuatoriano Medardo Ángel Silva (1899 –1921), que, el mismo año de su suicidio, nos da una prueba de romanticismo tardío, aunque parecía pertenecer a un simbolismo artificioso. Su obsesiva reincidencia en los temas de la muerte, La extraña visita, Ofrenda a la muerte, El viajero y la muerte son los títulos de tres de sus poemas – es altamente significativa. 

Entre los poetas del realismo provincial ecuatoriano hemos de citar a Cristóbal Ceballos Larrea, de Riobamba, poeta de las últimas gestas patrias y de la historia hispánica en Gesta amazónica, y de inspiración vehemente en Voces líricas (1954);y a José Villacreses Suárez, con su Sangre de amarantinas (Riobamba, 1937; prólogo del poeta argentino Julio Arístides), un poemario tradicional, en octosílabos y romances, revelador de cierta continuidad modernista, como en el expresionismo censualista de Desfloración, o la quejumbrosa sociología bohemia, llena de generosidad romántica, de A la mala mujer

No podemos cerrar este apartado sin citar a Carlos Pezoa Véliz, que envuelve el dramatismo de su vida en un velo de ironía. Se considera precursor de la poesía social de vanguardia posterior y, por su tristeza e irónica alegría en su expresión, del alma nacional (Alma chilena, 1912; Poesías y prosas completas, 1927). Los uruguayos Emilio Frugoni y Álvaro Armando Vaseur llegan, con su poesía social a ser combativos. 

El antiguo tema del esclavismo ha derivado en nuestros días hacia una intensa literatura de todo lo referente a los negros. La poesía afrocubana constituye su más intensa manifestación. Se ha orientado hacia la música, hacia los ritmos del danzón y de la rumba y, sin olvidar cierta ironía y sentimentalismo, han retratado el cuerpo o el alma del negro. Los ejemplos de poetas cubanos son notabilísimos. El mulato Nicolás Guillén (1904) es uno de los más geniales en la interpretación del ritmo negro. Capta la cadencia afrocubana destile su ingeniosa composición Sóngoro cosongo (1931) hasta su libro de elegías La poltrona de vuelo popular (1050). La popularidad de Guillén había llegado a su cumbre con El son entero (1946). Esta poesía afrocubana ha sido cultivada en las otras Antillas, como en Puerto Rico, por Luís Palés Matos (1899 –1959), uno de los iniciadores del movimiento diepalista (expresión mediante onomatopeyas, no minuciosas descripciones), novedad puertorriqueña del año 1921. Su pintoresca y popular Canción festiva para ser llorada, interpreta burlesca y amargamente las Antillas mayores y menores: 

 
Cuba, ñáñigo y bachata. 
Haití, vodú y calabaza. 
Puerto Rico, burundanga. 
Las Antillas menores, 
titís inocentes, bailan,
sobre el ovillo del viento 
que el ancho golfo huracana.

 

Palés Matos domina el arte poético cubano en forma tal que la crítica hispanoamericana ha reconocido su verdadero valor. En él, el ñañiguismo ha logrado una viva expresión. Otras publicaciones, como El palacio en sombras y Canciones de la vida media, confirman su personalidad de poeta. Tomas Blanco nos ha hablado de su ambiente de luz fuerte, rabiosa y que da pastosidad de arcilla tibia y húmeda a sus metáforas negras . Otro gran intérprete de este tipo de poesía es el dominicano Manuel del Cabral (1907), con sus libros poéticos Doce poemas, ocho gritos (1937) y Pilón (1938). Pero en Cabral ha de destacarse, además, la creación del tipo poético de criollo dominicano que aparece en Compadre Mon (1949), viva estampa antillana del criollismo pudiente del gaucho literario. Esta atractiva personalidad nos la presenta Cabral: 
 
...Más que en la voz del agua que no para, 
yo vi más campo, yo leí mas campo
en el libro salvaje de tu cara.
Cara para aprender a oler la loma, 
cuando el tabaco de tus ojos arde 
con la criolla candela de la tarde.
Y las uñas hundidas en el día,
y tu gran barba de maíz en contra 
del cadáver de un grito de sequía...

 

En 1957 publica en Buenos Aires su Antología Clave, selección que revela su maestría en el desarrollo poético de temas como el sexual (Sangre mayor, sexo y alma) como otros eternos a la manera de La pequeña parábola que cierra dicha antología (Tu palabra no dicha viene siendo la clave / de lo que vuela, a veces, de mi barro dormido...,). 

Las consecuencias de la primera contienda mundial impulsaron a los hispanoamericanos a seguir los vanguardismos europeos y a intentar romper con el lastre literario del siglo XIX que arrastraba el modernismo. En España, entre los vanguardistas, figuraron el uruguayo Julio J. Casal (1589 –1954) y el argentino Jorge Luis Borges (189C3). Este había llegado a España cuando todavía era muy joven. Colabora con algunas revistas españolas. Cuando regresa a la Argentina, en 1921, introduce el movimiento ultraísta, funda las revistas Prisma y Proa, y expone sus teorías en "Nosotros de Buenos Aires. Desde entonces, Borges ha ejercido una gran influencia sobre la literatura argentina. Sin caer en el costumbrismo, ha logrado incorporar al lenguaje literario modismos y vocablos argentinos. Se distingue por su amplia y profunda cultura y por su gran sensibilidad para captar la realidad del ambiente. Su primer libro fue Fervor de Buenos Aires (1923). Siguieron otros, como Luna de enfrente (1925), Cuaderno de San Martín (1920), etcétera. En ellos encontramos poemas de Borges que son muy famosos, como El general Quiroga va en coche a la muerte, o Fundación mitológica de Buenos Aires ( "¿Y fue por este río de sueñera y de barro / que las proas vinieron a fundarme la patria?"). 

Y el poeta acaba su poema pensando que los comienzos de Buenos Aires se le hacen cuento, pues él la juzga eterna como el agua y el aire. En cuanto al poema del general Quiroga, tiene resonancias valleinclanescas:

 
...El coche se hamacaba rezongando la altura: 
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura 
tironeaban seis miedos y un valor desvelado. 
Junto a los postillones jineteaba un moreno. 
Ir en coche a la muerte, ¡qué cosa mas oronda! 
El general Quiroga quiso entrar al infierno 
llevando seis o siete degollados de escolta.

 

 
 
A esta obra poética han de unirse valiosos libros de ensayos, como El idioma de los argentinos (1928), biografías como la de Evaristo Carriego, colecciones de cuentos como El jardín de los senderos que se bifurcan, EI aleph y La muerte y la brújula, entre otros. Lo fantástico y lo metafísico se entremezclan con la mas perdurable realidad argentina. Con Borges ha colaborado Adolfo Bioy (1914), como en Los orilleros, El paraíso de los creyentes (1955). 

La poesía es, sin duda, el género en el que la Argentina ha alcanzado valores literarios más altos. Como ejemplos muy conocidos: Baldomero Fernández Moreno, Arturo Capdevila, Arturo Marasso, Norah Lange, Conrado Naré Roxlo, Silvina Ocampo, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari, Alfredo Bufano, Vicente Barbieri, Pedro Juan Vignale, Carlos Mastronardi, Ezequiel Martínez Estrada, y otros. En 1957, Juan Carlos Ghiano estudia la poesía argentina del siglo XX, y, como ejemplo de poesía especializada, la del cubano Emilio Ballagas en Antología de la Poesía Negra Hispanoamericana (1935). 

En la poesía vanguardista, la gran figura fue el poeta chileno Vicente Huidobro (1893 –1948) con el creacionismo, que tanta importancia alcanzó en el mundo hispánico, donde fue muy discutido. Se inició con poesías sentimentales, como Canciones en la noche (1913), es modernista en La gruta de silencio (1914). Su primer libro original es Adán (1916) ; mas cuando empieza a ser admirado e influyente como vanguardista es con motivo de su estancia en Madrid (1918). Su gran exégeta Antonio de Undurraga, llama a esa época los días de oro del creacionismo, y la hora centelleante en que trazaba, como un insospechado dios, una perdurable línea ecuatorial en su esplendente orbe lírico. Este acontecimiento se produjo poco después de la publicación en París de su libro en francés Horizon carre, que, con sus cuatro breves poemarios, Tour Eiffel, Ecuatorial, Poemas árticos y el poema de guerra Hallati, abre el camino el creacionismo en lengua castellana. Como se dijo que Huidobro se había formado en el cubismo francés, él lo negó desde Madrid. Con ello comenzó su polémica con el poeta francés Pierre Reverdy, que el citado Undurraga revisó en 1954, tres años después, en su extenso ensayo Teoría del creacionismo, que precede a la Antología de Huidobro (Madrid, 1957). 

En Hispanoamérica, el poeta peruano José M. Eguren (1872 –1942) ha sido considerado como un precursor del creacionismo. Pero Huidobro, sin duda, es su introductor y realizador en castellano. Veamos uno de sus Poemas árticos, como Luna o reloj

 
Las tardes prisioneras
En los rincones fríos 
Y las canciones cónicas de los jardines 
Golondrinas sin alas
Entre la niebla sólida 
Angustia en mi garganta
Sobre la frente seca
Y en tus manos una estrella fresca 
Después, en el valle sin sol
Un mismo ruido
La luna y el reloj

 

En 1921 publica Huidobro la revista Creacionismo, da conferencias en el Ateneo de Madrid sobre la Estética del movimiento y ven la luz pública Temblor de cielo y Altazor, prescindiendo ya definitivamente de títulos franceses. Sus temas son los vuelos de estrellas, los milagros cósmicos y las percepciones taumatúrgicas. Sus características, las del cubismo francés: esquematismo, ausencia de puntuación, tipografía de blancos y espacios, etc.: Para Huidobro, el arte había pasado por tres etapas: reproducción (inferior al medio), adaptación (equilibrio con el medio) y creación (superior al medio). 

Su creacionismo lo explica: Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol, cada parte constitutiva y todo el conjunto presentan un hecho nuevo, independiente del mundo externo y desligado de toda otra realidad que él mismo. Y en vez de cantar los objetos, darlos en el poema (¿Por qué cantáis la rosa, oh, poetas ¡Hacedla florecer en el poema!). Muerto el poeta, su hija recogió sus manuscritos inéditos (Últimos poemas, 1945). Huidobro ha influido sobre la poesía chilena (Humberto Díaz Casanueva, Rosamel del Valle y los surrealistas del grupo la Mandrágora, como Teófilo Cid y Braulio Arenas). 

Con el título de Teoría del creacionismo (Madrid, 1951) el gran escritor chileno Antonio de Undurraga hace un nueva crítica polémica sobre la poesía de Huidobro. Undurraga, como norma poética, cree preciso ... hacer llorar la hoja, los gorilas y el agua, pero sin llanto. Sus libros poéticos (La siesta de los peces, Red en el génesis, etc.) son de gran riqueza de léxico y novedad, con calor y sentimiento, pero con pudor de artista. Sus estudios críticos y prosas son muy notables, como su invectiva contra el orbe mecanizado de hoy (El intelectual y su muralla china contemporánea). En sus comienzos fue admirador de Pablo de Rokha (1894), original precursor de la poesía chilena contemporánea (Escritura de Raimundo de Contreras y U). 

Mencionemos también la poesía de los sacerdotes chilenos Luís Felipe Cotardo y Francisco Donoso G., que, a veces, llegan al misticismo. Poeta es Juan Mújica, con mensajes de antigua dignidad de palabras e intensos lirismos (El carro de la luz, Bodas de oro y Celeste nuncio). Una estricta selección de la poesía chilena hasta 1958 puede verse en Atlas de la poesía de Chile, de Undurraga. 

En 1939 se inició en Colombia el piedracelismo poético. Jorge Rojas, el poeta del Canto a Colón y Eduardo Carranza, el de Canciones para iniciar una fiesta presentan una noble batalla en busca de una expresión poética nueva. 

El poeta colombiano mas prestigioso es León Creiff (1895), cuya poesía, según Jorge Zalamea, "da audiencia al universo que habita en su sangre". Otros nombres: Carlos García Prada, Germán Pardo García, etc. En las últimas generaciones parece experimentarse una reacción neorromántica. Como ejemplo: la poesía clara de palabra y sentir de J. M. Vivas Balcázar, con La voz del poeta, con temas octocentistas y becquerianos, y La luz y los laureles en el que, dentro de su realismo, se ha modernizado su concepción poética.

 
Volver al índice Literatura Iberoamericana del Siglo XX
 

Copy right Edym, 1996-2007. Ésta es una de las páginas más plagiadas que existen en Internet sobre esta materia. En varios sitios figura copiada literalmente, de principio a final y sin citar las fuentes. Edym la mantiene, desde su primera edición en 1996, como contenido de lectura gratuita.

 

Google