José de la Cuadra, breve y fecundo

© Rubén Darío Buitrón, Quito, 1993 © Edym, 1993-2006

Volver al índice Literatura Iberoamericana del Siglo XX

 

El final del siglo XIX acaba en Ecuador con la larga dictadura de García Moreno y la revolución liberal de Eloy Alfaro. En los años veinte de este siglo llegan desde Europa las corrientes ideológicas marxistas. En ese contexto nace José de la Cuadra, el 3 de septiembre de 1903, en Guayaquil, principal puerto marítimo y uno de los dos mas importantes centros económicos del Ecuador.

Descendiente de importantes familias rurales económicamente venidas a menos, vive en forma modesta, entre apuros económicos familiares y rodeado de un sentir nacional de incertidumbre, malestar social, división de clases y permanente agitación política. Aquellos años, definitivos en la historia de su país y del mundo entero, marcan profundamente al joven De la Cuadra y establecen en él las ideas fundamentales de lo que será su literatura.

Los hechos se encadenan uno tras otro: La revolución liberal de 1895, en la que se forma un nuevo Estado ecuatoriano, y su control por parte de la naciente burguesía costeña, en oposición a los terratenientes de la sierra; la incorporación de la economía ecuatoriana al capitalismo mundial; las primeras luchas obreras y campesinas; la crisis del cacao, principal producto de exportación del Ecuador de entonces; la fundación de 1os primeros sindicatos obreros y partidos políticos de izquierdas; la revolución rusa de 1917; la masacre del gobierno a los trabajadores de Guayaquil en 1922; la depresión económica mundial de 1929; y lo que caracteriza su estilo narrativo y literario: la irrupción del realismo social en las expresiones artísticas de la época.

Por todas estas razones, la vida de José de la Cuadra, si bien austera y sencilla, difícilmente podría ser mas intensa de lo que fue. 

Desde sus años de universidad es un destacado líder estudiantil. Siendo profesor, se dedica a la creación de centros educativos populares, netamente progresistas, en contraste con el estilo de enseñanza que regía hasta el momento. Es periodista del diario El Telégrafo, de Guayaquil. Su profesión de abogado, que ejerce preferentemente con las clases sociales mas modestas, le proporciona un estrecho y privilegiado contacto con el pueblo y la más profunda fuente de inspiración literaria, tanto en argumentos como en estilo. Por su activa militancia socialista llega a formar parte del gobierno del presidente Alberto Enríquez Gallo (1937) y, posteriormente, desempeña funciones diplomáticas en Perú, Chile, Argentina, Brasil y Uruguay. Esta amplia y profunda experiencia como educador, político, periodista y abogado le permite observar, estudiar, conocer, reflexionar y escribir sobre la realidad social en que vive, realidad maravillosa y brutal del campesinado ecuatoriano, realidad paradisiaca, mágica y sobrecogedora.

En sus pocos años de creación literaria, había dejado, sin embargo, una obra que revolucionó los conceptos estéticos y temáticos en la literatura ecuatoriana. De la Cuadra planteó, desde el primer momento, que toda su creación se basaba en la realidad social del país, aquella realidad en la que hasta entonces ningún autor había reparado; fueron él y sus compañeros de generación quienes hicieron de ella el motivo esencial de su producción y la convirtieron en una auténtica bofetada contra la conciencia ecuatoriana, que estaba dormida en la ficción extranjera y en la fábula nacional, no sólo por sus connotaciones sociopolíticas sino por la estética, el estilo, el arte nuevo que saben arrancar de la exuberante naturaleza, la variada caracterización de sus personajes, la inventiva de su forma de expresión y la riqueza dramática del pueblo, donde lo romántico y lo trágico conviven sencillamente, lo maravilloso y lo fantástico junto a lo cotidiano 1o más brutal junto a lo más tierno. Hasta la llegada de esta generación, la literatura nacional -y la cultura, con ella- es pura ficción; a partir de ellos es puro realismo.

 

 

El escritor que, en vez de permitir que por él se interprete una realidad que le es íntimamente sabida, se empeña en traducir realidades ajenas, puede conseguir un éxito de cronista, pero nada mas. Dejemos expresarse a los humildes personajes, para que un día de ellos pueda decirse: He ahí algo tan humano que se ignoraba; fue descubierto registrando el espíritu de un indio de América. Así habla el propio José de la Cuadra acerca de su tierra y sus gentes, un pueblo en el que, como dijera Gallegos Lara, aspirar a ser feliz era una canallada.

La propuesta de los Cinco como un puño fue seguida por los escritores que les suceden y enraízan su producción en las formas de existencia de esa sociedad dominada, que busca ansiadamente una ideología propia, aun siendo castigada por ello. Los autores toman una postura revolucionaria y beligerante, pero no corno francotiradores aislados sino alentando su fuego en la simpIe exposición de la realidad campesina y costeña, exposición ésta que es una denuncia y llama a la protesta. (María Augusta Veintimilla, refiriéndose a la narrativa ecuatoriana de los años treinta).

La serie de cuentos y novelas cortas de José de la Cuadra es una sucesión de paisajes, caracteres y situaciones que eran prácticamente desconocidas en la narrativa publicada antes. Es la suya una literatura bien escrita, aunque sin concesiones formales, audaz e innovadora, sin descuidar la estética ni la originalidad de su expresión verbal. Así, ante un lector sorprendido, denuncia y revela las violentas condiciones de vida de los marginados urbanos y de los olvidados y paupérrimos habitantes del monte y del páramo.

Aunque al principio a De la Cuadra le cuesta expresar lo que siente, su escritura se transforma enseguida, al ir asumiendo el lenguaje y el sentir popular: el relato oral, las leyendas, los mitos, las historias deformadas por el paso y el peso del tiempo; de ahí nace el autor. A lo largo del presente siglo la obra de José de la Cuadra toma cada día mas importancia, aunque a muchos lectores de la narrativa hispánica aun les resulta desconocida. 

 
Rubén Darío Buitrón 
Quito, Ecuador, 1993.
 

Volver al índice Literatura Iberoamericana del Siglo XX