LITERATURA IBEROAMERICANA DEL SIGLO XX
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Postmodernismo y Generación de 1920

Bajo la persistencia modernista, los poetas modernos se distinguieron por nuevos rumbos, bajo la influencia de Lorca y Antonio Machado: Andrés Eloy Blanco (1897 –1955) es sutilísimo intérprete del mito vernáculo y la recia y patética expresión de la vida civil (Barco de piedra, Baedecker 2000, con poemas tan populares y conmovedores como A un año de tu luz); Luis Enrique Mármol (1897 –1927), el malogrado poeta de La locura del otro; Fernando Paz Castillo (1894) con La voz de los cuatro vientos y Signo; Enrique Planchart (1894 –1953), de gran rigor formal en su impresionista Sonata de Mützner; Jacinto Fombona Pachano (1901 –1951), de extraña magia en Gáraco malojo; Rodolfo Moleiro (1898), que reacciona contra los excesos modernistas; Antonio Arráiz (1903), que, como en sus prosas (novelas como Puros hombres y cuentos como los Tío Tigre y Tío Conejo), parece entonar un canto épico a la tierra venezolana (Áspero es un libro de auténtica poesía venezolana) y a sus hombres y seres más primarios.

En Méjico: la poesía religiosa de Francisco González Guerreros (1889), que en 1930 se consagra con Ad altare Dei, de gran profundidad, hasta en sus temas más humanos, y de gran pulcritud y sobriedad. Octavio Paz (1914) se inicia en el grupo Taller y evoluciona hacia un neosurrealismo en una poesía en un mundo de trazos muy enérgicos (La estación violenta, 1958) y en una prosa crítica muy valiosa (El arco y la lira, Las peras del olmo, etc.). Alí Chumacero (1918), con su complicada deducción de imágenes y su hermetismo (Palabras en reposo, 1956). Efraín Huerta, el más persistente en las primeras posiciones del grupo Taller (Estrella en alto, 1956). Alberto Quintero Alvarez y tantos otros, como Agustín Yáñez, Jaime García Terrés, Rubén Bonifaz Nuño, Miguel Guardia, Jaime Salinas, Manuel Calvillo, Manuel Durán, Marco Antonio, Montes de Oca, Tomás Segovia, Rafael Ruiz Harrel, Víctor M. Sandoval, Hugo Padilla, Homero Garza, etc. Recordemos también a las poetisas: la hispanomejicana Nuria Parés, Margarita Michelena, Guadalupe Amor, Rosario Castellanos, Dolores Castro, María Luisa Hidalgo, Emma Godoy, Enriqueta Ochoa, Gloria Riesta, etc. Han antologizado y estudiado esta poesía hasta 1960, entre otros, Raúl Leiva y Max Aub.

En 1948 se funda en Puerto Rico el movimiento trascendentalista, y los poetas Eugenio Rentas Lucas, Félix France Oppenheimer, Rojas Techinchi, Torres Morales y Ribera Chevremont, entre otros, tienden a la superación que inician en la Colección Yaurel. Revistas como Orfeo y horizontes, que dirige el poeta Ramón Zapata Acosta, mantienen un exaltado ambiente literario; y la actividad poética se manifiesta en movimientos como el integralista, fundado por Luis Hernández Aquino. Un poemario expresivo fue Del asedio y clausura (1950), de Francisco Lluch Mora. Algunos poetas residentes en Estados Unidos y Méjico, como José Agustín Balseiro, con Vísperas de sombra, 1959 – mantienen la poesía puertorriqueña en el exterior. Entre los más modernos figuran Jesús Hernández Jiménez, con Campus. Como otros ejemplos de la poesía antillana citemos Eugenio Florit, hispanocubano, y a Héctor Incháustegui Cabral, de Santo Domingo.

En Centroamérica, frente a exotismos poéticos, los panameños, como Moisés Castillo y Ana Isabel Illueca, presentan un poesía rústica, expresada con nativismo fotográfico (Los romances de mi tierra, de Castillo, y el poema La quema, de Illueca, son excelentes ejemplos). Como una poesía panameña pura, pero refrenada al mismo tiempo por la necesidad poética, Sella Sierra publicó en Méjico Libre y cautiva (1947). Pero el gran poeta moderno de Panamá fue Rogelio Sinán (1904), que se inicia como vanguardista (Onda, Roma, 1920) y en Semana Santa en la niebla (1949) afirma un bello estatismo que parecía apuntar, entre brotes de sensualidad, en el primero. Rogelio Sinán es el iniciador de la poesía moderna de Panamá.

Han de recordarse otros poetas centroamericanos como Pablo Antonio Cuadra, de Nicaragua, con poemarios como El jaguar y la luna (1959); los costarricenses Eunice Odio, Manuel Picado Chacón y Alfredo Cardona Peña; el guatemalteco Rafael Cabrera y los salvadoreños Lisardo Alfredo Suárez, Manuel José Arce y Valladares, Dora Guerra, Serafín Quiteño, Alberto Ordoñez y Virgilio Rodríguez Beteta, con sus encantadoras tradiciones de Los dos brujitos mayas.

El modernismo brasileño juzga como jefe y mentor a Manuel Bandeira (1886), desde sus primeras publicaciones (A cinza das horcrs, 1917), pasando por un lirismo depurado y personalísimo, (Ritmos disolutos, 1924, y Libertinagem, 1930) hasta Belobelo (1945), en el que alcanza una gran intensidad, no exenta de ironía y agrios vanguardismo en los temas vulgares; en el poema La carretera, "los perros rurales parecen hombres de negocios" y en Pneumotórax, el doctor replica: "Lo único que queda por hacer es tocar un tango argentino".

Con la grandiosidad musical de idea y forma alterna cierto barroquismo de adjetivos y epítetos ("dalias rechonchas, plebeyas, dominicales", en Pensión Familiar) y un gracioso encanto, que no está exento de pesimismo social, como en Niños carbonero:

¡Eh. carbonero!
Tan sólo estas criaturas raquíticas
hacen juego con estos burritos derrengados.
La madrugada ingenua perece hecha para ellos. ¡Menudita, ingenua miseria!
Adorables carbonerillos que trabajáis como si jugarais.

(traducción de Santos Torroella en la Antología de Mendonça)

En cuanto a su técnica, ama la libertad. Su Poética muestra al gran poeta brasileño contra el purismo y harto del lirismo enamorador (político, raquítico y sifilítico), y quiere el lirismo difícil y pungente de los bebedores, el lirismo de los payasos de Shakespere . Como ejemplos de sus poemas citemos Irene en el cielo, Sacha y el poeta (el primero transmite al segundo el último mensaje de los ángeles), La muerte absoluta etc.
 
 

 

Junto a Bandeira ha de figurar Cecilia Meireles (1901 –1964) ya que ellos, con Drummond de Andrade, formaron la vanguardia del modernismo en la poesía brasileña, Cecilia ha sido considerada como la gran poetisa de la lengua portuguesa. Su poesía, además de una notable labor cultural, la ha hecho acreedora a la fama por su técnica y por su riqueza formal y humana. Con Viagem obtuvo el Premio de Poesía de la Academia Brasileña, en 1835. Afirmó su manera poética con Mar absoluto (1944) y, principalmente, con Retrato natural (1949), que consagró su genialidad. Su extensa Elegía (1933 –1837), dedicada a la memoria de un ser querido, con el tema de un nocturno funerario, tiene fuerzas de sana interpretación, de vital optimismo y de clara luminosidad. Es bella evocación de la alegría que nos rodea y con la que nos obsequian los sentidos. La tristeza se halla en que la abuela no podrá disfrutarla y en captar la idea de la muerte. Como su mejor obra poética se cita Elegía de Gandhi, traducida a numerosos idiomas. 

El gran poeta Manuel Bandeira dedicó a Cecilia su Improvisación, un poema de entusiasmo ante su poesía ("libérrima y exacta como la concha", "como el aire diáfana... mas el aire tiene límites; a ti, ¿quién te puede limitar?". 

En el nativismo brasileño brilla la poesía amazónica de Raúl Bopp (1898), una poesía embrujada por los mitos del Amazonas. Alfonso Pintó nos dice que parece "preso para siempre en los larguísimos brazos de sus ríos". En 1928 escribe su poema Cobra Norato, que estaba destinado a formar parte de la Bibliotequinha Antropofágica, movimiento ferozmente brasilero que tenía por jefe a Tarsila. Consideraban que la juventud desencantada perdía su tiempo en los snobismos culturales, volvía al primitivismo y sentía el orgullo de ser una raza que engullía a sus semejantes.

En la literatura negrista americana no se puede silenciar a Raúl Bopp y sus poemas, como Marabaxo o Cata –piolho do rei Congo. Carlos Drummond coloca la poesía de Bopp junto a la de su ilustre antecesor Gonçalves Días; y Gilberto Amado, refiriéndose a Cobra Norato, escribe: "Ha versos que me deixam tonto, com si eu tivesse engulido alguma essencia perigosa de plantas ignoradas do Amazonas".

Dentro de esta dirección nativista brasileña, y en el mismo cauce negrista, ha de señalarse el espiritualismo de Jorge de Lima (1898 –1953), que comienza como poeta parnasiano para conseguir en sus poemas la incontenible presencia de la brasileñidad. Sus Quatro poemas negros son de los mejores de la poesía del tema negrista, y poesías como Esa negra Fulé o Madorna de Iayá son de una gran popularidad. En 1934 publica De Lima su novela surrealista O Anjo Negro y unas prosas de tipo de ensayo, y, en el mismo año, publica, junto con Murillo Mendes (1902), un libro de espiritualidad titulado Tiempo e eternidade (1935). Profundo y de patética religiosidad, se escribe para restaurar la poesía en Cristo . Mezcla destellos bíblicos y ráfagas de modernidad actual, como el poema Reparto de la poesía, de De Lima, que empieza sí:

Miel silvestre saqué de las plantas,
de las aguas saqué sal, de cielo saqué luz.
Escuchad, hermanos míos:
Saqué de todo poesía para ofrecérsela al Señor. 
No saqué oro de la tierra
ni sangre de mis hermanos.
No me molestéis, venteros,
buhoneros y banqueros,
sé fabricar distancias
para haceros retroceder.

(De la Antología de Mendonça)

De Lima publicó luego Túnica inconsúlil (1938), Sonetos (1949) y Mira Celi (1950), que Dictinio de Castillo Elejabeytia considera clave de la poesía limiana, con vigorosos poemas, alguno tan socialmente significativo como El canto a los caídos. Por su extensión y materia poética se considera transcendental A Intervençao de Orfeo (1953). Estas creaciones poéticas de De Lima son reales y alegóricas a la vez; y, como dice Florindo Villa Alvarez del poemario Mira Celi, hay en ellas transustanciación; pero, en una palabra, Mira Celi es la poesía. En cuanto a Murilo Mendes, ha publicado poesía en Poesia en pánico (1938), O visionario (1941), Poesia Liberdade, etc. Es un vanguardista de elementos barrocos e inconexos, pero de gran belleza lírica (saxofones, caballos que derriban pianos y motivos de la mitología indobrasileña). 
El día y la noche están ligados por la voluptuosidad y por las ondas del aire.
La vida y la muerte están ligadas por las flores y por las oraciones.
Dios y el diablo están ligados por los hombres.
(Murilo Mendes, Antielegía. De la Antología de Mendonça)
 

 

En la literatura brasileña tiene gran importancia el movimiento bandeira. Un grupo de intelectuales lo creó en 1937, con profundo sentido nacionalista y regresivo. El bandeirante es el héroe desordenado y romántico, pero creador, del oeste brasileño. Partía de Sao Paulo para realizar aventuras tan temerarias como conquistar tierras y perseguir piratas. Sin temor a la muerte, llega a extremos de criminalidad. Uno de los preceptistas del movimiento literario que tomó tan llamativo nombre fue Cassiano Ricardo Leite (São José dos Campos, 26 de julho de 1895 - Rio de Janeiro, 14 de enero de 1974), importante animador de la moderna literatura brasileña. Lo encontramos en otros grupos literarios de exaltado nacionalismo, como Verdeamarelo, con Plinio Salgado, líder del Partido integrista y autor de novelas y ensayos. Ricardo había empezado cultivando la poesía parnasiana, como Dentro da noite (1915); pero su gran libro fue Martím Cereré, del que se publicaron muchas ediciones y traducciones (una de las mas notables es la de Emilia Bernal, Madrid, Cultura Hispánica, 1935). Cassiano lo dedica al Brasil niño, como libro de historias e imágenes. Porque, además de a los niños, se refiere a los poetas y a los héroes. Martín Cereré es una de las transformaciones del tipo mítico que la leyenda y la imaginación del indio, primero, y la del autóctono pueblo brasileño, después, ha ido transformando, según la explicación de Emilia Bernal. Es un largo poema en el que se interpreta líricamente la epopeya del bandeirante. Los de este grupo, como Plinio Salgado, nos aclaran que, además del indiecito y el negrito de las aldeas, han de incluirse también el italianillo de nuestras haciendas de café y el escotero de nuestras escogidas es el chico travieso y como tal, la propia imagen de la patria. Contiene la leyenda de Uiára, divinidad fluvial amazónica que tenía los cabellos verdes como la selva y los ojos amarillos como la flor del ipé, el arbusto nacional brasileño. Un día llegó un marinero blanco que quiso casarse con ella. Uiára le pidió la noche. Y el hombre se la trajo de su navío porque llegaron los negros que tenían estrellas en las lágrimas. Y se casaron y nacieron los gigantes de botas que asenderearon en todas direcciones el monte firme; y nativos y emigrantes celebraron alegres la fiesta de la otra Humanidad ... y los bandeirantes caminaron leguas y más leguas, con el brutal ovillo alrededor de sus botas y en busca de las tres ilusiones: el oro, los diamantes y las esmeraldas. Y siempre viendo a lo lejos la Sierra de la Esperanza, crearon la Patria brasileña (caminos, cafetales, ciudades, etc.). El popular Pai Joao lloraba y explicaba; el Tieté contaba la historia de los viejos gigantes de botas; y São Paulo, Estación de luz, aparecía babélica con cuatro o cinco panoramas en la cabeza / y un paisaje para tres días en los ojos. Y los poemas jalonan con sus títulos la conexión poemática como Café expreso:

Y yo siento el gusto, el aroma, la sangre caliente de São Paulo en esta pequeña noche líquida y olorosa que es mi jícara de café... Otros poemas tienen también su encanto, como Perequeté ("un moleque más negro que el polvo del café"), los dos de los rascacielos ("en la ciudad moderna, la humareda de las chimeneas forma procesión de banderas paulistas ), Canto de rara (Amo a São Paulo en medio de la multitud de sus obreros... ). Es el poema del Brasil, con su Culebra Grande, sus papagayos, sus palmeras y tantos árboles que unos subían sobre los otros en el hombro torcido de los barrancos para espiar el paisaje marino y su Pau –Brasil, color de sangre y de brasa. Los bandeirantes fueron dejando con sus dos piernas, una de caminar en el tiempo y otra en el espacio, los soldados verdes de los cafetales. Figuras como André de Leao, Borra Gato, Anhannuera, Fernao Dias, Raposo, etc., son los bandeirantes. El poema de Cassiano Ricardo es de gran vigor racial, con su símbolo estelar de la Cruz del Sur. Sus Poesías completas (Río de Janeiro, 1957) contienen poemas tan atractivos como O Arranha céu de vidrio.

Más obras de Cassiano Ricardo: Dentro da noite (1915), A flauta de Pã (1917), Jardim das Hespérides (1920), A mentirosa de olhos verdes (1924), Vamos caçar papagaios (1926), Borrões de verde e amarelo (1927), Martim Cererê (1928), Deixa estar, jacaré (1931), Canções da minha ternura (1930), Marcha para Oeste (1940), O sangue das horas (1943), Um dia depois do outro (1947), Poemas murais (1950), A face perdida (1950), O arranha-céu de vidro (1956), João Torto e a fábula (1956), Poesias completas (1957), Montanha russa (1960), A difícil manhã (1960), Jeremias sem-chorar (1964), Os sobrebiventes (1971).

Otro directivo del movimiento bandeira es Paulo Menotti Del Picchia (São Paulo, 20 de março de 1892 - São Paulo, 23 de agosto de 1988), hijo de inmigrantes italiano, además de escritor y poeta es pintor, abogado y político. Uno de los intelectuales brasileños que más ha sido traducido. Escritor de gran fecundidad, cultiva la poesía, como en sus Poemas do vicio e da virtude; novelas y cuentos, como Tormenta y Kalum; teatro, como Máscaras; ensayo, como su interesante Ensaio de esposiçao de pensamento bandeirante, que es definidor de esta intención; crónicas, como Pao de Moloch, y relatos infantiles, como Pé de Moloque e Joao Peralta no País das Formigas. Un ejemplo valioso de su obra es Salomé, novela que trabajó durante años y que contiene el relato hecho por Roque, esclavo de la fazenda a de un coronel. Se refiere un ambiente y personajes que sintetizan el periodo de 1928 a 1936. La narración tuvo forma definitiva a fines de 1939. Inspirada en el conocido pasaje bíblico, Salomé se aleja de casa y va a bailar desnuda, plena y salvaje, hasta caer extenuada. Pero el terror la detiene porque a la luz de la Luna, junto a un matorral, ve la cabeza muerta de Eduardo ("Los ojos del muerto, abiertos, vítreos, descarados, se clava ron en ella").

A Menotti del Picchia se debe un poema nacional brasileño: Juca Mulato, que ha sido muy traducido. Sus Obras completas (empezadas a publicar por Martins en Sao Paulo, en 1957) constan de catorce volúmenes. (Casa-museo Paulo Menotti Del Picchia)

Entre los poetas de las últimas promociones del Brasil han brillado muchos nombres en el siglo XX. Hay figuras señeras como Ribeiro Couto (1898), con libros poéticos como O jardim das confidencias, Canções de amor, Noroeste e outros poemas do Brasil (1933), Cancionero do ausente (1943), etc. Hace una selección de su poesía en Dia longo. Poesías escolhidas (1944), en el que concentramos poemas de gran ternura como en los de Hogar abierto al inmigrante, como Correspondencia de familias (correspondencia familiar entre lusitanos y brasileños a través del Atlántico) y como Romance de Cabiúna, con la anécdota del muchacho que se hace camarero de un barco para ir a Europa y allí recuerda su hogar:

Y sucedió que una noche,
cerca de un muelle extranjero,
se volvió niño llorando;
alguien al pasar silbaba
una canción parecida
a la que antaño su madre,
mientras cosía, cantaba.

(De la Antología de Mendonça)

 

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Carlos Drummond de Andrade (Itabira do Mato Dentro, Minas Gerais, 1902 - Río de Janeiro, 1987) es considerado el mayor poeta de la literatura brasileña del siglo XX. Se inicia como poeta en un retrasado modernismo, mas, cuando reúne su obra anterior en José (1942) y en Poesia até agora (1948), encontramos poemas de gran originalidad como Muerte en el vida o Retrato de familia (curiosa contemplación de una fotografía familiar pasados veinte años), o Los últimos dias, que acaba así:

Y que la materia me vea concluir: ¡adiós, composición que un día se llamo Carlos Drummond de Andrade! ¡Adiós, presencia mía, mi mirar y mis arterias, mis huecos en la almohada, mi sombra en la pared, señal en mi rostro, ojos miopes, objetos de uso personal, ¡idea de la justicia, rebeldía y sueño, adiós! ¡adiós vida legada a los otros!

Profundidad y claridad predomina en la poesía de Drummond de Andrade, como en el soneto cuyo primer cuarteto dice:
Um minuto, um minuto de esperança,
e depois tudo acaba. E toda crenca
em ossos já se esvai. Só resta a mansa
decisao entre morte e indiferença.
Un poema significativo es El enigma, que, con bella ideología poética, nos angustia con sus profundidades:

El mar de los enigmas es que no se disfrazan a si mismos. Carecen de argucia ajena que los liberte de su confusión maldecida... Pero la cosa interceptante no se resuelve, obstruye el camino y medita oscura... 

(versión castellana de Juan Jacobo Bajarlía) Para Viana Moog, los poemas de Drummond de Andrade se encuentran entre los dos polos en los que oscila la literatura de los escritores de Minas Gerais: desconfianza y supervaloración de la cultura. Renato de Mendonça lo considera el más universal de los poetas brasileños de hoy. Mario Quintana (1904), uno de los más significativos poetas brasileños de hoy Brasil, ha recopilado su poesía en Rua dos Cataventos (1941) y la ha explicado: "No tiene otra angustia que su misteriosa condición de poema, y la considera como una monedita de plata perdida definitivamente en la selva nocturna".

Mario De Andrade (1894 –1945), con Paulicea desvariada (1922), afirma el modernismo en el Brasil, emplea sistemáticamente, también por primera vez, el verso libre y crea, en su narración Macunaima (1928), el verdadero símbolo del Brasil futuro.

Como ejemplos destacados de las últimas generaciones citemos a Vinicius de Morais (1913) en cuyos versos la ternura alterna con la protesta contra los dolores humanos. Comenzó su carrera poética con O Caminho para Distância (1933), y aunque se había formado en el modernismo, su poesía posterior participa de la angustia existencialista y, con su protesta, pasa revista a nuestro mundo frívolo e indiferente del momento. Su Mensaje a Rubén Braga (1945) contiene su patética disculpa de su ausencia de la poesía y de la amada, porque hay muchas ciudades por reconstruir, mucha pobreza por el mundo. 

Ledo Ivo (1924), que comenzó muy joven su carrera de escritor, con su Ode e Elegía ganó el Premio Olavo Bilac de la Academia Brasileña de Letras y en su Ode ao Crepúsculo (1948) encontramos todas las locuras lógicas vanguardistas y la angustia del hombre moderno. 

Joao Cabral de Melo Neto (1920), que aporta, según la crítica, el elemento intelectualista a la poesía brasileña, sigue un modernismo vanguardista muy intencionado y humano, en obras poéticas como O Engenheiro y en sus extensos poemas Psicología da composiçao y O cão sem plumas (1950). 

Otros poetas posteriores dignos de mención son Stella Leonardos, con su laureado poemario Poesía en tres tiempos (1957); como Marly Oliveira, con Cerco de primavera (Premio Cavalheiro de 1958); como Homero Homen, con Calendario de Marinheiro; Paúl Méndes Campos, con Domingo azul do mar, etc.

 Copy right Edym, 1996-2007 

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